viernes, 21 de diciembre de 2007

¡Feliz Navidad!

Si alguien se acercara y nos dijera: "Eh, cabrones, mancha de putas, ¡Feliz Navidad! y que el año que viene dejéis de joder la vida a los que os rodean, que ya está bien de tanto dar por culo, coño. Que sois muy grandecitos y tenéis los huevos y el conejo lleno de pelos pa' dedicaros a tantas tonterías. Disfrutad y amaros los unos a los otros", seguramente pensaríamos que esa persona no está bien de la cabeza o está bebido o simplemente es un barriobajero... Y nos olvidamos que en esta Navidad, y en todas, celebramos que Dios se hace hombre, como dice la escritura: No hizo alarde de su condición divina, se despojó se su rango y tomó la condición de esclavo... (Vamos, lo peor de la época alguien que se junto con bebedores, comilones y putas, probablemente ceceara, tuviera un pobre vocabulario, oliese mal, muchos pensaron que estaba loco... ) alguien, como el que antes nos felicitaba, y que nosotros, los sabios, los letrados, los entendidos... podemos llegar a despreciar -quitarle su valor- al igual que en aquel tiempo hicieron con Jesús, que fue la piedra que desecharon los arquitectos.

En el salmo 68 dice: "Y esperé que alguien se compadeciera de mí, y no lo hubo; y que alguien me consolara, y no lo encontré". Si podéis, echad un vistazo a esta lectura, comprobaréis que nos recuerda más bien al momento de la crucifixión pero ¿Quién nos dice que su sufrimiento no empezó naciendo solo en un establo frío y abandonado?
Desde la tradición hemos querido tapar el abandono a Dios y el alejamiento de sus caminos, su palabra... Quizá por eso hay tantos personajes en el belén, para que podamos sentir que tenemos cabida en él... que nosotros hubiéramos estado allí, seguro. Seguro. Como ahora estamos con él -aunque sea en cartón piedra, lienzo, madera o el material que haya querido el artista-, eso sí, cuanto más alejado de la materia humana mejor, que luego apesta.
Este artículo no es más que una campaña del nuevo producto que estoy tratando de lanzar para estas navidades, Eau de Dieu, una colonia para aquellos que tenemos una fe rancia. ¡Feliz Navidad! Perdón, quise decir felices compras, en qué estaría yo pensando.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Un poco de amigo invisible

No sé si os pasa como a mí, pero en estas fechas de fin de trimestre o fin de año, me encuentro jugando con varios grupos al amigo invisible. Que conste que la primera vez que jugué fue con mi grupo de catequesis, teniendo la mayor de las suertes al tocarme mi catequista, quien nos dijo que el amigo invisible debía constar de un regalo de broma y otro más serio (Todavía estoy esperando el serio, el de broma fue una caja donde estaban contenidas las cucarachas que había cazado el día anterior). El verano siguiente me enseñaron un amigo invisible que me gustó mucho más, hasta el punto de engancharme. Me explicaron que durante el campamento debía estar atento a las necesidades del que era mi amigo invisible y que a su vez alguien iba a estar cuidando de mí. Al final uno descubre que ese que cuida de ti, de alguna forma da vida a la acción de Dios en el mundo, vaya, que uno aprende a ser instrumento en manos de Dios.

Tengo que decir que es un juego que no me gusta. De alguna forma, me obliga a salir de mí y tratar de estar más cercano del otro, en un juego donde no todo el mundo lo juega igual. La mayoría de las veces consiste en un nombre que viene en un papelito (que si tienes suerte es de alguien a quien estimas más y al que sabes lo que regalar, y si no, que es lo más normal, te ves buscando un regalo para alguien del que poco sabes y tampoco te pilla el cuerpo con ganas de saber mucho más de esa persona) y en una comida o un almuerzo termináis repartiendo los regalitos (Bufandas, figuritas acumuladoras de polvo, tazas... y oh, qué felicidad). Otras veces, además se puede acordar donar el dinero del regalo a cáritas o alguna ONG, al menos así cobra algo de sentido el amigo invisible.

Hay otra modalidad que he jugado donde los papelitos se reparten en el mismo momento en que se van a distribuir los regalos de forma que de antemano hay que buscar un detalle que sea unisex y con un precio fijo para todos. La primera vez que lo oí, me pareció ridículo y claro, ahí estábamos unos cuantos intercambiando tazas, bufandas y las figuritas, pero otros, se habían inventado sus regalos y habían sorprendido a sus "amigos" y a los demás abriendo nuevas posibilidades del juego.

A mí me gusta jugar sin cantidad de dinero, es más sin dinero. Me gusta que lo que se regale esté hecho por cada uno de los participantes, y también que haya un lugar común de encuentro en el que dedicarse cariño y cercanía entre los jugadores, y que haya tiempo para gastarse bromas y detalles de unión, y que no juegue el que no quiere molestarse en preocuparse por conocer a quien le ha tocado... Quizá para mí, el amigo invisible es un tiempo como el de cuaresma, en el que trato de ser todo lo "persona" que puede llegar a ser este "humano", vamos que intento mejorar y cambiar aquello que no va bien en mí.

Puede que este sea el motivo por el que no me guste. Me desgasta mucho, me agota esta forma de entenderlo. Me cansa cuando lo juego así porque consume mi energía, mi atención y mis esfuerzos, y cuando no juego así también me cansa porque veo que no llego y que no aprovecho para resarcirme de mi actitud pasota con las demás personas de durante todo el año.

Esta Nochevieja me llamó un amigo con el que hacía mucho que no hablaba. Un amigo de esos que son amigos invisibles todo el año, porque han descubierto que el mundo es su hogar y luchan por mejorarlo, y me regaló, además de sus palabras sencillas, sinceras y cercanas, esta canción de Luz Casal: Sé feliz, y yo quise regalarle unas palabras que había escuchado en la Eucaristía aquella tarde, una bendición del antiguo testamento y que no acertaba a poder decir en aquel momento porque me sentía abrumado y agradecido con su regalo. Hoy tras leer y releer la bendición, desde aquí se la regalo y os la regalo:

"Que el Señor te bendiga y te proteja.
Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te regale su favor.
Que el Señor se fije en ti y te conceda la paz" (Num 6, 26)

... y sé feliz.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Donde el castigo no llega

 Ayer tuve la "suerte" de encontrarme en el centro a un alumno que estaba castigado. Me contaba que llevaba más de treinta partes y que ahora cada vez que le ponían parte disciplinario debía quedarse por las tardes. Hasta aquí podríamos pensar que es un alumno que cuando menos distorsiona la clase un día sí y otro también. Incluso podemos llegar a pensar que lo hace adrede y que no quiere estudiar... y probablemente tengamos razón, o no. House, el de la serie de televisión, dice que mentimos, yo prefiero pensar que contamos nuestras verdades, es decir, lo que de verdad podemos ver desde nuestra posición, unas veces más elevada y otras más a ras de suelo. En fin, aquel joven me contó que esta vez el castigo era por haber insultado a una profesora y que lo que le dolía era que otros se habían reído de ella de la misma forma, lo cual le molestaba, no porque estuviera mal reírse de alguien sino por pagar él por los demás. También me contó cómo en más de una ocasión le han dicho que no vale para nada, que no tiene remedio, que nunca va a conseguir graduarse ni llegará a ser nadie en la vida. En el fondo, tanto él como los que castigamos vamos de víctimas. Sí, víctimas débiles que no tienen más recurso que el de hacer daño a los demás para sentirnos algo mejor o al menos para descargar la violencia que contenemos por vivir en esta sociedad de ritmo frenético y violencia exaltada.

Hablo de débiles porque existe el miedo a no tener razón o estar equivocado y que los demás lo descubran... entonces entran en juego las herramientas que tenemos, y una de las primeras que aprendemos y muchos se empeñan en eternizar es la de "la ley del más fuerte" (o la ley del más débil, del que no tiene capacidad para dialogar, del que no está abierto a cambiar lo que piensa, del que teme que los pilares sobre los que está construido se derrumben, del que vive en la mentira porque cree que nunca llegará otro más fuerte que lo derribe, porque ahora es él quien manda y le preocupa poco mañana, del que tiene atrofiada su habilidad para razonar y por tanto necesita anular la capacidad de raciocinio que otros tengan y así seguir teniendo adeptos, o sumisos, o servidumbre a la que gobernar, eso sí, siempre desde el miedo para que no puedan acercase lo suficiente a descubrir que más que miedo dan pena -como cantó Serrat en los macarras de la moral-).

Bien, pues cada vez que somos así de débiles y ponemos un castigo nos separamos un poquito más del corazón de nuestro alumnos. Hay castigos que "no pretenden ayudar a crecer", es más la misma palabra castigo significa pena que se le impone a quien ha cometido delito o falta, vamos, que no es una forma de facilitar la madurez. Así pasamos los días pensando que no tenemos más opciones, pobrecitos, somos víctimas y por eso debemos defendernos (como diría un alumno mío de NEE: ¡Chorradas, todo eso son chorradas!). Cuando empezamos a castigar sin ton ni son es que hemos perdido el norte, es que ya no somos educadores (si es que alguna vez lo fuimos) y nos preocupa más un curriculum al margen de la realidad que la realidad que marginamos a causa del curriculum, a pesar de que esa realidad sea cada vez más grande y la ley nos invite a atenderla.

En el fondo estamos actuando de la misma forma que actúan nuestros alumnos: no queremos aprender y ellos no quieren aprender, aunque hagamos tropecientos cursos; nos sentimos solos y temerosos, como ellos; no los tratamos como personas ¿Y cómo esperamos que nos traten ellos?(Ah, sí pero es que nosotros mandamos... y además nos creemos más listos, que para eso somos mayores). A veces me pongo de lado de los alumnos, recuerdo que yo tuve su edad, que necesité que me animaran a estudiar, que hubo quien me acompañó cuando estaba perdido, que si no es porque los demás creyeron en mí me habría perdido, que doy gracias porque hubo, hay, gente en mi vida que me hizo sentir alguien cuando lo que me rodeaba me invitaba a no ser nadie... que me educaron... y sí me castigaron también... pero supieron quitarme el castigo a tiempo y hablar conmigo, y escucharme, y entender lo que había en mí y que yo no era capaz de ver, y darme esperanza e ilusión por mi vida y por el mundo. Los castigos no llegan al corazón, ni siquiera a mejorar la conducta... ahí solo llegan las personas.

martes, 16 de octubre de 2007

¿Amable?

Ayer me ocurrió algo fantástico. Resulta que estoy de baja laboral por unos problemillas en la espalda a causa de una contractura que no termina de curarse. Pues bien, me tocaba ir al médico para ver cómo seguía la tensión de la espalda, y como estaba en la calle, ya que el resto del tiempo no salgo y trato de mantener el cuerpo lo más relajado y en las posturas que me han recomendado, aproveché para ir a firmar el contrato, que no había podido hacerlo aún. Con tal suerte (ya sé que no existe, ni la casualidad; vale, yo ya sabía de antemano lo que ahora cuento) me encontré con los alumnos del colegio que habían venido a Málaga de excursión. Desde entonces me vienen muchas preguntas, recuerdos, alegrías, imágenes... Fue impresionante, dos clases de alumnos de las que nunca he sido tutor (aunque se ve que sí maestro), estaban esperando para entrar en la exposición que se celebraba en la plaza de la Marina, mientras otras dos clases ya estaban dentro. Mientras me acercaba hacia ellos algunos fueron reconociéndome, iban dándose codazos, ¡Mira, es Fran! En cuestión de segundos estaban todos vitoreando mi nombre, como si de una estrella de cine se tratara o un nuevo cantante o artista de alguna serie actual, en otros tiempo habría dicho un torero. En fin, la gente se volvía para intentar reconocer a aquel al que aclamaban tantos niños. Unos señalaban, otros cuchicheaban tratando de desvelar el misterio que todos aquellos chavales proclamaban a los cuatro vientos. Luego vinieron abrazos, besos, achuchones, cariños... muchas preguntas, ¿Cómo estás fran?¿Te duele?¿Cuándo vuelves? Iba junto a mi mujer y mi hijo. A los que dedicaron su repertorio mejor de halagos, piropos, afectos... Antonio, mi amigo, pasó con Bruno por delante de todos los niños para que pudieran saludarlo al más puro estilo de partido de baloncesto de la NBA. Y mientras mi mujer, como la virgen María, lo iba guardando todo aquello en su corazón. Llegaron las demás clases y continuamos con el ambiente de ternura, a estos sí les había dado clase como tutor y me pedían que cantáramos a su nueva tutora que cumplía nada menos que 31 años, los mismos que llevaba en esto de la enseñanza, y le dijo algo así como que era una promesa para el pueblo de Dios.

Y ahora voy al título. No es raro el día que sale en el telediario noticias sobre el bullying, o coches de policía que patrullan los colegios a la hora de la salida, o profesores que son agredidos por alumnos, por sus padres o por ambos... ¿Hemos dejado de ser amables?

Pienso que esta anécdota o parecidas les ocurren a cada uno de mis compañeros más de una vez (y de cientos) en la vida como docentes. Esto no me hace especial, ni el que más los quiere o se preocupa por ellos, ni “buena gente”, ni gran maestro, ni, ni ni yo qué sé. Pero sí me hace “amable”. He aquí la palabra de la que quiero hablar y que tantas veces entendemos de modo erróneo o equívoco. Ser amable no significa que tienes grandes bondades hacia los demás, no, no. Al igual que venerable, honrable o adorable... Cuando se dice que alguien es venerable se dice que es digno de veneración, igual que honrable, digno de ser honrado, y cómo no, adorable, digno de ser adorado. Si nos vamos a la palabra amable y con el poquito que ya sabemos, amable es aquel que es digno de ser amado. A veces, puede pasarnos que creemos que por ser amables somos cariñosos con los demás, encantadores, muy buenas personas, simpáticos, sensibles... pero es que ser amables no es un activo. No es algo que sea meritorio por nuestra parte, es algo fundamental de la condición humana, todos somos amables, y es un saber recibir ese amor que se nos entrega, ese amor por ser persona y estar delante de ti, que tienes y tengo la necesidad de quererte para ser más yo, para ser más humano, para llegar a construirme persona... y poco a poco hacer mayor la humanidad que habita la Tierra. Sed amables. Os lo merecéis.

Sabed recibir ese amor... no es un mérito, es un regalo.

jueves, 1 de marzo de 2007

Campo de trabajo en Andújar

            Son muchas las ideas que me vienen y van sobre este fin de semana que hemos pasado en Andújar, pero en todas ellas hay una frase resonando en mi interior: “Todavía no... pero estamos en ello”. Es como la Parusía pero al revés, Dios revelado y que se hace presente pero que todavía no podemos disfrutar plenamente. Aquí era más bien, que todavía no hemos descubierto ese Dios que se nos hace presente y se nos pone a tiro, y trata de tocarnos el corazón... para seducirnos completamente... Pero estamos en ello.

            Nada más llegar a Andújar, en mitad de una fresca, muy fresca noche, y entre escudos y rejas, con sus amplias y pertinentes explicaciones, en plena “ruta turisticofestiva”, eso sí, algo más turística que festiva. Pues ahí, justo ahí, me dieron el grato, muy grato encargo de hacer un articulillo sobre el campo de trabajo para la revista Mies. Y claro, ese tipo de invitación siempre obliga a abrir mucho los ojos para que no se te escape nada y poder contar lo verdaderamente importante, o al menos, que aquello que cuente sirva para reflejar lo que hemos vivido o para que los que no estuvieron se puedan hacer una idea de lo que allí paso, más o menos. Con lo que llevo escrito, todavía no... pero estamos en ello.

            Bien, en medio de una ciudad que nos acoge con una aclaración completísima de su historia, especialmente más cercana a la España castellana que a la Andalucía mora... nuestro grupito de jóvenes ni a una ni a otra, a ellos lo que les atrajo fue el chino que hacia esquina. Fue verlo y sentirse como en casa. Por un momento, es posible que nos pasara desapercibido aquel hombre, que nos hablaba, enamorado de su ciudad, de la historia de sus predecesores en Andújar y de todo lo allí acontecido... y hombre al que le brillaban los ojillos por poder compartir eso que tanto ama con nosotros, un grupo de jóvenes a los que trasmitir su pasión y hacer que brote ese mismo fuego que en él arde. En nosotros todavía no... pero estamos en ello.

            Aquella misma noche, en la oración se nos recordaba que llegábamos a Andújar enviados por Dios... pero, a la vez se nos exhortaba a escrutar cuál era el motivo por el que cada uno de nosotros estaba allí. Y claro, conciencia de ser enviados por Dios, lo que se dice enviados por Dios...casi. Y leímos también la carta de Santiago, la parte que habla de la fe y de las obras.... En fin, nosotros todavía no, pero estamos en ello.

            La mañana siguiente ya fue otra cosa, había sol y risas y un balón de fútbol, el mejor de los medios de apostolado y de integración, y juegos de animales para conocernos (No es que fueran juegos brutos, “entiéndasemé”, había que imitar al animal que nos tocase) y jugando jugando recordamos a Francisco de Asís, a Teresa de Calcuta, a Carlos de Foucault y Jesús de Nazaret, a todos ellos como mensajes subliminales, de pasada, muy rápidamente, como para que se quedara grabado en el subconsciente sin darnos cuenta, sin llegar a profundizar. Y en eso estábamos cuando nos subieron al salón de actos a participar de una mesa redonda. Allí nos contaron sus luchas y alegrías, desde el trabajo diario en la parroquia, en el colegio, a través de asociaciones o con los ancianos en el asilo. Y nos contaron también de cómo les llenaba de felicidad notar la mano de Dios en esa lucha y entrega constante. Y yo pensaba (y creo que alguna de las conferenciantes también) que vaya testimonio más lindo nos dieron... pero de una Iglesia cada vez más mayor, tratando de ganar adeptos, o al menos tratando de contagiar entusiasmo por el Reino y por Jesús, tratando de legar a lo jóvenes lo mejor que tienen... pero todavía no, aunque estamos en ello.

            Allí se dijo que Dios va buscando corazones donde tocar...

            Por la tarde, la actividad central: un mercadillo de alegría y sonrisas a cambio de kilos de comida... y el Madrid-Barcelona a la misma hora. Pero no fue tan traumático. La mayoría de nuestros jóvenes estuvieron al pie del cañón haciendo juegos e invitando a participar a los pocos que al principio se acercaban. Con el pitido final la cosa cambió y allí nos juntamos muchos más jóvenes y familias con sus críos, compartiendo juntos la tarde, los juegos y los alimentos. Había de todo, desde los jóvenes que después de horas de ensayos y preparación cedían a la vergüenza del miedo al ridículo, o los que directamente se escondían, pero también estaban los que no dejaron de animar a los iliturgitanos a participar, los que desempeñaron su tarea e incluso se involucraron en los talleres próximos al suyo, y hasta los que con sus pocos años eran capaces de liderar alguno de los talleres hasta el punto de perderse los demás juegos y talleres por seguir con su responsabilidad. Y es que todavía no... pero estamos en ello.

            Recogida y revisión de lo trabajado. ¿Ahora qué? Le planteamos a los jóvenes. Era el momento de asentar lo reflexionado, tras meditar las distintas situaciones de injusticia que se dan cerca de nosotros y a la luz de lo vivido y rezado, ¿Qué me pide Dios? Y todavía no. Me da la sensación que nuestros jóvenes son infantiles, y que nosotros los adultos a veces más infantiles todavía. Es como si nos hubieran transmitido que no podemos hacer nada. Como si no tuviéramos que luchar hasta que una de esas situaciones injustas nos toque a nosotros directamente, me toque a mí. Muchos (No seré negativo) Algunos de los jóvenes, a la hora de aterrizar el compromiso que iban a adquirir, lo referían a sus casas o a sus estudios, o temas similares, nada que ver con salir de la monotonía de nuestro día a día e implicarnos con los realmente marginados que esperan justicia. (Ahora sí, viene el punto pesimista en mi artículo) Creo que los "mayores" no llegamos tampoco a concretar un compromiso, al menos yo no lo hice allí. Todavía no... pero estamos en ello.

            Por la noche recordamos a Forrest Gump y su caja de bombones, que es como la vida misma, nunca sabes lo que te va a tocar... y como quien no quiere la cosa soltamos la bomba: Lo importante no es la vida que te toca vivir sino el amor con el que la vives.

            El domingo fue todo muy rápido hasta el momento de la Eucaristía. Los jóvenes de San Juan de Dios llevando los juegos con los niños de primera comunión del pueblo y contando con la ayuda de los jóvenes de los demás centros. Y de pronto se paró el tiempo, o al menos todo se hizo un poco más lento. Alucinante. La palabra de Dios. Ya la monición lo anticipaba: "Jesús nos ofrece este domingo un agua muy especial". La primera lectura concluía interrogándonos: ¿Está o no está el Señor con nosotros? Después de todo lo ocurrido, lo hablado, lo compartido, lo vivido...¿Está o no está el Señor con nosotros? Y contestaba el Salmo: ¡Ojalá escuchéis hoy la voz del señor! ... porque el amor de Dios ha sido derramado en vuestros corazones, completaba la segunda lectura. Derramado, sin medir cantidad, hasta rebosar. Corazones encharcados del amor de Dios... Y nosotros, como la samaritana del Evangelio cuando se encuentra con Jesús le dice: Si supieras quién te dice "Dame de beber", le pedirías tú a Él... Todavía no, pero estamos en ello.

Para terminar, los jóvenes de Andújar nos regalaron un llavero. Un llavero hecho por ellos de goma-eva con el escudo de los Misioneros de la Esperanza tallado en él, regalo al que han dedicado meses su tiempo para que cada uno de nosotros se pudiera llevar el suyo...me sentí querido antes de que me conocieran, me vino el salmo 139 y la imagen del Señor tejiendo nuestras entrañas en el vientre de nuestra madre. Y encima nos dan las gracias. Gracias a Dios y a todos los que habéis hecho posible que vivamos esta experiencia. Nos queda mucho que andar. Qué bueno que vamos juntos. No hemos llegado. Todavía no, pero estamos en ello.

(Comprobando las lecturas y para refrescarlas y rezarlas descubro que las lecturas que se utilizaron ese domingo en la parroquia se correspondía con otro año litúrgico, es decir, confundieron los ciclos y leímos y escuchamos lo que Dios tenía preparado para nosotros, o al menos para mí... y ahora para vosotros)

Fco. Javier Castro.

Responsable Centro Juvenil Jesús Obrero.

sábado, 3 de febrero de 2007

Lo que el ojo no ve

“Háblame para que no se duerman mis sentidos”  Manolo García.

Shh! Silencio que empieza la obra... Pasaremos de puntillas... por aquí, entre bastidores y bambalinas. Ya llevamos cerca de dos años preparándola. Los nervios, la tensión de salir al escenario...los ajustes de última hora... pero no, todavía no sale. (Paraos en este punto el tiempo que queráis, podéis estar en desacuerdo... sabéis que nos encanta como actuáis y que os adoramos... pero no, todavía no sale)

Ya os sabéis la obra al milímetro, y los papeles que cada uno representa y en qué momento, ya casi no os  ponéis nerviosos, todo pasa rápido y casi ni no nos damos cuenta del impresionante momento de gloria interior que estamos viviendo (no la de los aplausos ni vivas que lanza el público sino  la que “nace” cuando damos vida a unas letras, haciendo algo más pequeño nuestro yo para regalar nuestra voz, cuerpo y gestos a quien no los tiene). Quizá esta sea la parte más difícil de enseñar y por la única que merezca la pena el teatro: La búsqueda, hacer nuevo lo de todos los días. Disfrutar del papel que cada uno representamos en medio de la monotonía... en medio de las mismas situaciones que a diario vivimos en el cole, en la casa, en el trabajo, en la calle... Entonces es cuando somos artistas, cuando decidimos enriquecer el papel que nos toca vivir, descubriendo nuevos matices, buscando mayor profundidad, siendo protagonistas del metro cuadrado en que estamos y que hace que esta gran función del mundo se realice y mejore cada día... porque somos mejores... humanamente. Por otro lado está el camino fácil, la senda ancha: pues si no sale me busco otra obra, así hasta encontrar una que esté pensada únicamente para mí... y eso, además de que no existe, hace que nunca lleguemos a ser felices... 

En Godspell dice claramente: ”Descubrid la felicidad... está dentro de vosotros”.

            Me gustaría contaros que el teatro es el mayor de los espectáculos, pero no... no pasa se ser el más humildes de los actos, por el cual el artista deja de ser él mismo para pasar a tomar la apariencia de otro. A lo mejor lo he dicho demasiado rápido y puede que no se haya entendido... es el acto en el que “uno deja de ser... para dar vida”.

            Entre tanto, se van acumulando historias, representaciones (como el pasado 26 de enero en la Sala de teatro de la Diputación en calle Ollería, donde se recaudaron 750 euros para la catástrofe del sudeste asiático, por lo cual damos gracias a todos los que os volcasteis en este proyecto, haciéndolo posible, y que por falta de memoria, de espacio en el artículo y por no meter la pata o pato –desde aquí no se ve bien- simplemente decimos gracias por participar amablemente en hacer realidad ese otro mundo posible), caras y gente que viene y que va... y el milagro... nuevos actores para una vida nueva.

Este es el teatro que el ojo no ve y en el que estamos empeñados, aunque todavía no salga... porque la función, sin duda, es de sesión continua.

Gracias, por no dejar que se duerman nuestros sentidos.

viernes, 5 de enero de 2007

Noche de Reyes Magos

Hoy estoy muy contento, acabo de instalar en mi ordenador la versión 6.06 de edubuntu. Después de algunas vueltas he conseguido que todo marche correctamente. Es un canto a la libertad y a la globalidad. Me encanta la informática. La verdad es que empecé muy tarde, para cuando lo hice mis amigos ya me llevaban dos o tres ordenadores por cabeza, sin embargo eso no ha impedido que disfrute con cada logro, con cada "proeza". Quizá para otra persona el hecho de tocar una configuración puede ser lo más fácil del mundo, me alegro por él o ella, para mí es una hazaña que disfruto como si de una gran batalla ganada se tratara.
Dejando la informática de lado, esta noche vienen los Reyes Magos... me encanta. Yo sigo creyendo en ellos. Me lo dicen todas las caritas de niños que mantienen sus ilusiones intactas. En este mundo sí creo, el mundo donde es posible soñar, confiar, esperar... por este mundo sí lucho... para que llegue a todos.