martes, 21 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD


Se acerca el Nacimiento de Jesús, quizá los mayores ya hayamos olvidado todo el amor que nos tiene Dios. Nada como mirar a nuestros hijos, felices y queridos, ver la ilusión con que viven estos días, para recordar y redescubrir cómo todo un DIOS se hace carne, cómo todo
un DIOS se vuelvo loco de amor por sus criaturas. Que así lo vivamos, que así lo trasmitamos... a todos. ¡Feliz Nacimieto!

viernes, 22 de octubre de 2010

Cómo voy a olvidarte

Escuchando el último disco de Víctor Manuel, me reencuentro con muchas ideas que navegan por mi mente a su antojo y parece que hoy tienen ganas de atracar, o al menos tienen el deseo de volver a la costa y dejar de avanzar hasta saber el rumbo que quieren alcanzar.
De estas ideas, la primera que plasmo aquí es la de la apuesta por la persona. Me acuerdo de mi abuelo y mi tío, y pensando en ellos, me acerco a tantos que corren el riesgo de ser olvidados, especialmente los que como sociedad hemos aparcado y escondido para no tener que llegar a recordarlos (grabarlos en nuestra memoria y mucho menos en nuestro corazón). La persona, valor absoluto, que reconstruye la vida. Por tantos que lo han descubierto y no se permiten el olvido de los que tienen más cerca, y construyen sin descanso porque otro mundo, mejor, para todos, es posible. Porque son luz para mí y porque sin saberlo me reconstruyen a mí también, poco a poco... para que yo tampoco me olvide.
Otra idea, consecuencia de la anterior, es que debo apostar por mí. Porque está en mis manos cambiar, construir. Llevo mucho tiempo dando bandazos por un laberinto en el que no sé cómo llegué a entrar, ni porque puerta, ni qué me empujó a perderme. El caso es que sin saber donde está la entrada es difícil encontrar la salida, y he tenido que aprender a vivir dentro, unas veces con más aire y otras con menos, pero intuyendo que no estaba fuera. Hoy, o hace unos días, tomé la determinación de ser sincero, porque la verdad libera y abre puertas. Y en ello estoy, con la conciencia de haber asomado la cabeza fuera del laberinto y querer vivir fuera de su refugio alienante. Por eso apuesto por mí, porque estoy en camino.
La puerta. La salida. Supongo que cada uno debe encontrar la suya. Yo probé varios atajos, que ayudan a respirar pero no son definitivos. ¿Entonces qué? Entonces ser. Construirse de nuevo. Leyendo un libro sobre la crianza de los hijos y cómo ayudar a su crecimiento feliz, descubro los pasos que debo dar y para qué. Descubro y decido con determinación amarme y amar sin condiciones a quienes me rodean. Sin juicios, castigos, sermones, reproches, recompensas, chantajes... que no educan ni ayudan a crecer. Ser y estar, amando. Eso hace feliz, eso me hace feliz.

jueves, 29 de abril de 2010

Y ya se van dando cuenta.

Con el título la pregunta sale sola, ¿de qué? y ¿Quiénes?
Empezaré por el quiénes. Resulta que de un tiempo a esta parte, cada mañana, cuando llevo a mi hijos al colegio y a la guarde respectivamente, noto que ya se van dando cuenta. ¿De qué , de qué? ¡Ay, con las impaciencias! Ya voy, que acabo de comenzar a escribir y prometo ser corto esta vez. El caso es que a Bruno lo dejo en la puerta después de despedirnos y hablar de todo lo que da tiempo en el trayecto hacia el cole, especialmente de lo que va a hacer en la escuela y de lo que luego nos toca por la tarde. Le doy un beso en la verja y le digo que lo saludo desde la reja (La reja, es como en muchos colegios, a esas horas, una aglomeración de padres viendo y saludando a sus hijos tras los barrotes). Normalmente, bueno no, solo frecuentemente, cuando llegamos la puerta de su clase ya está cerrada. (Entiendo que las seños no tienen muchas ganas de ser observadas con minucia en cada acción, palabra o detalle que puedan mostrar a los niños... y yo también me escondería lo antes posible, solo que lo mío es crónico, o sea, me observen o no). A lo que iba, mi hijo, intuyo que ya sabe que tras esa puerta deja de ser él, me da la sensación de que racanea unos segundos antes de abrir como si supiera que aquí fuera es libre y que una vez dentro no hay otra posibilidad que la de ser alumno, no Bruno. Para Malaguzzi la escuela y la cultura roban al niño sus capacidades expresivas, separando la cabeza del cuerpo. Esa es la sensación que me da mi hijo al tardar unos segundo antes de abrir la puerta, meneando su cuerpecito a izquierda y derecha, hasta que por fin decide alzar la mano y agarrar el pomo para pasar al mundo del silencio.
No es que se aburra en la escuela, ni mucho menos, es feliz al lado de sus compañeros, también le encanta la información que recibe, las cosas nuevas que conoce, pero eso, solo eso. A la hora de expresar los límites están bien limitados y establecidos en la escuela. Por eso digo que ya se va dando cuenta.
En cuanto a Martín, que todavía va a la guardería, y lo que le queda, su problema es otro, similar pero otro. Y es que en casa estoy con papá y mamá y Bruno, a veces los abuelos (Abuuuu, abueooo) y no lo cambio por nada. Hago y deshago a mi antojo, me muevo con seguridad, es verdad que no tengo los columpios que hay en la guarde y que son tan chulos, pero me bastan mis juguetes, pelotas, libros... y ese calorcito que me da mi familia. Pues eso, que no quiero entrar, que el mundo es más grande que las paredes de mi guarde y que quiero verlo todo... pero al natural, en vivo y en directo... y con mis padres.

A los maestros y maestras, a los profesores y profesoras, a los que educamos: que no se nos olvide nunca que el ser humano ha nacido libre, para ser libre y para volar... no hace falta que lo surtamos de alas, cada uno viene con su propio equipamiento, basta con que no les impidamos usarlas.

miércoles, 28 de abril de 2010

A pesar de todo... la JMJ... no deja de ser una aventura

Cuando me llamó Toño, actual delegado de la pastoral juvenil de Málaga, para participar en el encuentro de juventud y contar mi experiencia en las JMJ, lo primero que le dije es que no había hecho ninguna con la diócesis, porque en la de París participé con la diócesis de Burgos, después pensé que sí había estado al menos en la visita del Papa Juan Pablo II a España en Madrid y ella encuentro con los jóvenes en cuatro vientos, además pensé que similares habían sido los encuentros de jóvenes posteriores al camino a Santiago, la peregrinación a Javier...
Tratando de recordar llamé a Tere Aragón y le dije que yo me pedía contar la parte negativa de estos macro encuentros, lo mismo le dije a Yoli Céspedes, del secretariado, y que empezaría con la expresión “a pesar de todo...” y mencionar todos los pesares.
Al final, preparando esta minicharla cambié esta expresión por “No deja de ser una aventura”.
Y me puse a hacer memoria de las distintas anécdotas o los distintos momentos que viví en estos encuentros. Y es que no deja de ser una aventura salir de Málaga con 200, 300 o 500 jóvenes más e ir en busca de lo inesperado. Vivir unos días en casa de unos desconocidos que te acogen, te alimentan, te llevan y te traen, te muestran su realidad y te tratan como a uno de su familia, es una aventura. Hacer cola, inmensa en algunas ocasiones, para poder asearse o comer o ir al servicio, es una aventura. Que no haya hueco en las parroquias para las catequesis y talleres y tengas que quedarte de pie o en el suelo, es una aventura. Empaparse o achicharrarse para celebrar la fe, es una aventura. Pasar la noche al raso, viendo o siendo uno más de los jóvenes que cantan y bailan al Señor o charlan sobre su cotidianidad mientras esperan la celebración de la Eucaristía al alba tras una larga caminata y sin más colchón que la hierba, es una aventura. Participar del don de lenguas y convertirte por unos días en políglota, es una aventura. Escaparse de los actos y conocer la ciudad en la que estás sin dejar ningún rincón y en compañía de amigos recién estrenados, es una aventura. Buscar a los que se “escaparon”, en la época en que no había móviles y llegar a encontrarlos, es una aventura. Conocer otros jóvenes que están en busca como tú, y que a veces tienen las ideas más claras y otras veces menos, es una aventura. En honor de un amigo que fue delegado de juventud de Cartagena, conocer a las Polacas y descubrir que son católicas católicas y que van a pasar la noche en el recinto de al lado, es una aventura. Ratos, horas, días de suelo, es una aventura, y lo mismo para las caminatas, no andas ni avanzas, te lleva la multitud. Conseguir meterse todo el grupo en el mismo vagón de metro y no perdernos ninguno, es una aventura, apretujada aventura. Que en las malas condiciones surja la alegría, el cante, la compañía... es una aventura. Dormir en un pabellón polideportivo con 100, 200, 300, 500... (ahora no recuerdo de donde eran cada grupo) tratar de dormir en los pabellones polideportivos, es una aventura. Mención especial, la comida, es una aventura, para mí no es problema porque como de todo, pero entre la cola, los no me gusta, los yo no como, los venga yo te doy esto que te gusta más... una aventura. El aseo, una aventura, una de las veces hasta falló la caldera... por varios días, aquello era Santidad en estado medieval, de ahí la necesidad de incienso. Crear lazos con gente que acabas de conocer pero con los que durante unos días viviréis las 24 horas juntos, es una aventura. Encontrarte con españoles de otras diócesis y que solo el hecho de encontraros sea motivo de fiesta y alegría, de unión, llegando a entonar emocionados el “Que viva, España”, es una aventura. Las catequesis, una aventura, tener suerte con las que te toquen cerca de donde dormís, que tu responsable conozca a los ponentes (generalmente Obispos) y que les simpaticen, que el tema sea atractivo, y centrado en el mundo juvenil... laico, es una aventura. Vivir al margen de tu rutina diaria, de lo que normalmente haces, de las noticias, información, televisión, ordenador... por unos días, es una aventura. Conocer artistas cristianos que no solo trasmiten los valores del evangelio sino que además te mueven, a ti y a la multitud, es una aventura. Poder pasar unos días compartiendo camino con algún Obispo (Sucesores de los apóstoles) y gozar de su cercanía y esfuerzos, iguales que los tuyos, es una aventura. Las deficiencias de la organización... es una aventura, imaginaros tres o cuatro como tú y como yo a los que les ha tocado sacar adelante un encuentro de estas características, entre 100 mil y 2 millones de jóvenes, es una aventura, y que salga, es un milagro. (No sé si el milagro es que salga o que se acabe). Ver los momentos en que otros tratan de ser mejores, de ayudar, colaborar, no perder la alegría, las buenas formas, es una aventura. Ver como no siempre es así ni es así para todos, es una aventura...
Y así seguiría, y seguiría, pero es que “hay un momento”.
Yo no sé cómo serán las próximas JMJ, no sé qué aventuras tendrá, seguro que miles, además con las nuevas tecnologías, seguro que muchas en segundos o minutos estarán colgadas en el facebook, tuenti, lo otro y el de la moto. Pero seguro que tendrán “un momento”. El momento.
Podrá pillarte solo, cansado, rodeado de gente pero tú ausente, quizá de camino o a la espera de comenzar el siguiente acto, probablemente en medio de un testimonio o en una oración, en un alto... ocurre entonces, es como si en esas condiciones, agotado, más para allá que para acá, tomas conciencia... Dios está ahí y ha permanecido en todo momento a tu lado. No sabes cómo ni de qué forma llegó ni siquiera sabes cómo explicarlo pero tienes la certeza de que ha sido Él. Te abrió los ojos, los oídos, el corazón, te dio su mano y te ha dejado sin palabras. Y piensas... pero si todo esto no era más que una aventura, pero si han fallado muchas cosas y otras tantas no me han gustado. Y no comprendes, cómo has decidido hacerte presente (Aquí y ah ora, y regalo). Si te soy sincero, incluso yo no venía a buscarte.
Son esas cosas que tiene Dios... que a pesar de todo...
Y vuelvo a la primera expresión, o al menos con la que yo recuerdo estas jornadas: a pesar de todo.

PD: Y poder compartir este trayecto, así como otros en la vida, con gente como Antonio, Tere,  Pedro, Dani, Paco, Mariví, Ángel Antonio, Yoli, Adolfo, David, Carmen, Jose Mari, Julia, Emilio, Tamara, Jerónimo, José Manuel, Antonio Jesús, ... Mi padres, mis hermanos, mi mujer y mis hijos... sí que es una aventura. Y un encuentro con Dios. Gracias.

martes, 30 de marzo de 2010

El Dios de la vida

 A una nueva vida...

Sólo el amor alumbra lo que perdura...

Silvio Rodríguez.


Llevo varios días pensando en la vida y en el amor. En la vida que nace, imparable. Y al amor que la hace posible, hasta lo "indecible". Hace poco una alumna se acercó y me dijo soy madre. Quería que lo supieras. Sin más. Me encantó su confianza, sigue siendo alumna, pero me encantó mucho más su rostro iluminado, feliz, sabiendo que la "vida" se le truncaba de alguna forma pero a la vez, más que nunca se sentía viva, orgullosa de su maternidad. Me encantó. Hoy da a luz una prima mía en las mismas circunstancias, o no. Las circunstancias nunca son las mismas. Los hogares de los que provienen estas dos "niñas", me refiero a las madres, son totalmente distintos. La educación que han recibido los padres es distinta en cada caso, una de las familias está totalmente desestructurada, la otra tiene un trato exquisito y entrañable. En una han atendido todas las necesidades de su hija, en la otra había demasiadas necesidades previas como para responder a las de los más pequeños. En todo momento cada familia se ha esforzado y luchado para que su familia fuera feliz, unos desde el orden y otros desde el desorden. Y entonces... ¿y entonces qué? Pues nada, que la vida sigue, como decía, imparable. Mejor o peor vivida se va abriendo camino entre las personas que un día vivieron y asoma una nueva oportunidad para el ser humano. Una nueva oportunidad para encontrarnos con el Dios de la Vida. Ese que nos muestre lo importante que somos cada uno de nosotros en su proyecto, Ese que nos revela que somos imprescindibles a pesar de nuestra pequeñez, Ese que nos alerta de que por más que nos empeñemos en rebajar la dignidad humana al mero día a día material (Son muchos creyentes y no creyentes que gastan su vida en demostrar esta tesis de la indignidad humana y la necesidad de abusar de ella) somos únicos, irrepetibles e impresionantes... porque Él así lo ha querido. No hay más. El resto es la obstinación humana por ensalzar la mediocridad, la comodidad, el valor del miedo... y es que de esta manera hay algunos que pueden aprovecharse. Estas dos niñas (mis madres) con o sin educación, jóvenes en exceso, solas o acompañadas, ya han descubierto el milagro de la vida como regalo humilde, inmerecido e inabarcable que hace redescubrir al ser humano y te deja a las puertas de encontrarte con el Dios de la vida. Un camino recorrido y emprendido como un juego que te deja ante las puertas de la verdad, más cerca de Dios Padre-Madre que ningún otro ser. Esa puerta no está abierta... ni tenemos la llave. Tras haber llegado, la puerta se queda ahí y la madre vuelve a su nueva vida, a luchar por la mejor vida que pueda dar a su criatura. Sabiendo o sin saber. Pero ya nada será igual, por un tiempo estuvo ante el misterio y su vida ha tenido un sentido, el de dar vida... y poder seguir dándola, esta vez de las formas más diversas.

El fin de semana pasado estuve en la boda de una prima de mi mujer, cuyas circunstancias eran las mismas que las de "mis niñas" (parecidas, es como si Dios se hubiese enloquecido con el ser humano y le encanta que cada vez seamos más), el caso es que en la primera lectura San Pablo decía (nos exhortaba a) que estuviéramos "alegres en la Esperanza". No decía que nuestra alegría era lo que teníamos ni lo que nos rodea ni las personas con las que vivimos, no, nos debíamos afianzar en la Esperanza. Luchar por aquello que esperamos, amar el tiempo que vivimos porque posibilita el que ha de venir. Estad alegres porque vuestra vida tiene sentido y mientras haya injusticia, desprecios, hambre, necesidades... nuestra vida tiene sentido. Estamos llamados a dar Vida, la que Dios quiere, y a ser Esperanza, como Dios nos quiere, de una forma esperanzadora. Porque sigue creyendo en el mundo... tiene esperanza... porque sigue esperando en el mundo, se alegra con la Vida. La nueva vida, con las vidas nuevas.

Los que me enamoran...

Se nota que ya estoy metido de lleno en las clases y me cuesta mucho más poner por escrito lo que vivo y lo que me rodea. Pero lo necesito. Tengo varios artículos pendientes, algunos casi terminados... pero este ha tomado ventaja. Los que me enamoran. Hoy quiero escribir sobre las personas que me enamoran o lo que es igual, las personas que me entusiasman (me encanta esta palabra, por su procedencia del griego "ἐνθουσιασμός" con Dios dentro -más o menos-, y jugar con la palabra enamorado, "enamordados" recordando que de amor procedemos y somos regalo de amor. Por favor, cuando leáis esto quitadle todo el empalago que aparenta, para llegar a ser persona es fundamental comenzar con unos buenos amorosos cimientos, aunque no es condición imprescindible, gracias a Dios la invitación a ser persona es para todos.)

A lo que voy, si Jesús, el de Nazaret, habló de los que eran bienaventurados, a mí me gustaría hablar de las personas que me llenan el corazón, de las personas que me entusiasman... de las que me enamoran.

Y es que me enamoran muchas personas. Me enamoran los que tienen luz en la mirada, son capaces de ver la novedad y descubrir lo que otros no alcanzan a ver. Me enamoran los que miran sinceramente, sin juzgar, sin mirar desde arriba ni de lado, los que te hacen sentir tu valor con su sencilla observación.

Me enamoran los que sonríen por las mañanas y los que al llegar la tarde, tras un leve resoplo, vuelven a sonreír y es que se sienten satisfechos porque han dado todo lo que son en los quehaceres de su día.

Me enamoran las personas que luchan limpiamente, que vienen de frente y no en contra, que son transparentes pero no vacíos. Las personas que ofrecen información, porque dan lo que tienen, pero me enamoran mucho más los que se comunican porque comparten lo que son. Me enamoran aquellos que conocen sus limitaciones y son capaces de afrontar la vida con humildad, con alegría, han descubierto la riqueza de necesitar de los demás para ser, la riqueza de no tener que vivir aparentando, la riqueza de poder ser uno mismo, la riqueza de quererse tal como son y mejorarse para enriquecer a los demás... y sobre todo no cargarlos con sus pesos. Los que no delatan las limitaciones que tenemos los demás, los saben silenciar lo que es sagrado en la vida, nuestras miserias, y no las utilizan como arma arrojadiza sino como lugar de encuentro y comprensión del ser humano.

Me enamoran los que no dan la nota, los que bajan un poco su voz para sonar a uno con los que están en el coro porque han entendido la fuerza que nos une y han dado de lado a todas las minucias que nos separan... además, saben que sin las distintas voces el coro suena apagado, monótono... sin por ello renunciar a la afinación.

Me enamoran las personas que saben escuchar, las que me han escuchado siendo un niño y ellas grandes profesionales. Me enamoran porque no alardean de su sabiduría, al contrario, su sapiencia está en querer seguir aprendiendo, en gozar con cada nueva aportación, con cada nueva palabra que desequilibre sus teorías porque las hace avanzar. Los que teniendo criterios los dejan a un lado cuando se trata de estar unido a los demás.

Me enamoran los que luchan por los niños, los que prefieren quedar mal a cambio de que otros crezcan. Me enamoran porque invitan a volar, porque ya saben lo que es volar y no van cortando a nadie sus alas. Me enamoran los que acompañan en el vuelo sin marcar el rumbo, disfrutando los vientos nuevos de cada mañana, animando a disfrutar de la suave brisa que nos mueve, aunque corra en dirección contraria. Me enamoran los padres que confían en las personas que trabajan con sus hijos, sobre todo cuando sin ceguera alguna esperan con paciencia y acompañan en la tarea, me enamoran cuando quieren con locura a sus hijos, cuando les dedican tiempo, cuando les empujan a seguir, a ser buenas personas, a esforzarse por aprender, a disfrutar creciendo... me enamoran porque solo así se quiere con locura, porque son obras que no se lleva el viento, obras que permanecen en el desarrollarse de sus hijos. Y me enamoran los hijos que dedican su vida a quién se la regaló.

Me enamoran los que luchan por mejorar el mundo, los que paran en los pasos de cebra, los que dan las gracias, los que se quedan sin comer para que otro coma, los que recogen un papel del suelo, los que limpian los mocos a los que no son sus hijos, los que piden perdón aún cuando no han hecho daño para arreglar una amistad rota, los que se muerden la lengua para no faltar al prójimo, los que recogen la ropa, friegan los platos, ponen el desayuno, los que viven con los ojos en el Dios de la vida...

Me enamoran los que me invitan a ser mejor persona, los que no me enseñan que engañando se consiguen mejoras aunque sea a costa de los demás o incluso de uno mismo, para mí el mal nunca puede ser mejora, el mal me destruye. Los que viven con ilusión y esperanza.

Me enamoran las personas sensibles, las que se conmueven con los sentimientos de los demás sin robarles el protagonismo, la necesidad de sentir su dolor o su alegría, compartiendo tiempo, espacio y cercanía sin llegar a ocupar el lugar del otro, desde la intimidad.

Me enamoran mis alumnos de educación especial, son encantadoramente imprevisibles y auténticos, ejemplares únicos en peligro de extinción. Y me enamoran los que son capaces de ver más allá de unas simples capacidades, los que descubren el ser humano llamado a ser más que habita en ellos, como en mí, como en nosotros... solo es cuestión de tiempo y recorrido. También me enamoran los que no son mis alumnos, los que me saludan cuando paso y me provocan porque desean sentirse alguien, vistos y reconocidos, y no saben que son ellos los que consiguen hacerme sentir alguien con su cariño y necesidad de atención.

Y me enamora mi mujer, como dice un amigo, me tiene esféricamente enamorado, es decir, que la mire por donde la mire me tiene enamorado... y me enamora la vida que lleva dentro... porque la primera vez me hizo padre... y ahora me renueva en el cargo... y es el regalo más hermoso que haya vivido.

miércoles, 27 de enero de 2010

Vida Feliz para los niños

     Esta mañana hemos terminado una tarea para celebrar el día de la paz en el cole de mi hijo. Los alumnos tenían que escribir en una paloma, con la ayuda de sus padres, un mensaje de paz que quisieran compartir. Mi mujer y yo no teníamos claro qué poner, bien porque no se nos ocurría o bien por no caer en ñoñerías varias, vacías y ausentes de contacto con la realidad. Pero a mi hijo no le ha costado nada (Lógico, con sus recién cumplidos cuatro años, construir la paz está chupado y además sus acciones y sus planteamiento están perfectamente ligados a sus realidad más próxima... un máquina... de hacer el bien y de darnos cariño). Nos dijo que quería poner en la paloma que los niños tuvieran papás. ¡Que los niños tengan papás! Sí, y casa y comida y ropa y juguetes... para que sean felices.
      Me encanta, sin saberlo, de alguna manera es consciente de que la felicidad empieza en el cariño recibido, en que es fundamental que los padres no ejerzamos solo biológicamente sino profesionalmente. Entiende que los niños y las niñas necesitan a sus papás y mamás para ser felices, para que haya paz, porque no puede haber paz ajena a los sentimientos de protección, confianza, respeto, cariño, apoyo, comprensión... Que los niños tengan papás que les aporten seguridad y a la vez les ofrezcan andamios firmes sobre los que construirseue hacen que su felicidad recomience con el milagro de la vida hecha hijo. Sí y después la casa, la comida, la ropa y los juguetes. Pero primero, primero y primero: ellos, aunque la sociedad de consumo y bienestar nos indique lo contrario; ellos, aunque nos empeñemos en vivir paralelamente para creer ser felices; ellos el centro, aunque no se puedan hacer las mismas cosas... es que ya no quiero hacer las mismas cosas, si no son ellos lo primero nuestro mundo se acaba. Quizá no sea mañana pero seguro: si no son ellos lo primero quedará un poco menos construido por la parte que nos toca.
      Otro día hablaré de cómo reprenderles, porque todo no son alegrías, pero me parece tan importante lo que ha descubierto mi hijo, que no pienso que sea justo mezclarlo con tonterías. Al final, resumimos su mensaje en: VIDA FELIZ PARA LOS NIÑOS, y es que la paloma era pequeña y lo tenía que escribir él.  Vida feliz, vida digna para todos los niños y niñas... ¡que tengan papás y mamás!... y todo lo demás. Pero que tengan papás y mamás.