jueves, 29 de abril de 2010

Y ya se van dando cuenta.

Con el título la pregunta sale sola, ¿de qué? y ¿Quiénes?
Empezaré por el quiénes. Resulta que de un tiempo a esta parte, cada mañana, cuando llevo a mi hijos al colegio y a la guarde respectivamente, noto que ya se van dando cuenta. ¿De qué , de qué? ¡Ay, con las impaciencias! Ya voy, que acabo de comenzar a escribir y prometo ser corto esta vez. El caso es que a Bruno lo dejo en la puerta después de despedirnos y hablar de todo lo que da tiempo en el trayecto hacia el cole, especialmente de lo que va a hacer en la escuela y de lo que luego nos toca por la tarde. Le doy un beso en la verja y le digo que lo saludo desde la reja (La reja, es como en muchos colegios, a esas horas, una aglomeración de padres viendo y saludando a sus hijos tras los barrotes). Normalmente, bueno no, solo frecuentemente, cuando llegamos la puerta de su clase ya está cerrada. (Entiendo que las seños no tienen muchas ganas de ser observadas con minucia en cada acción, palabra o detalle que puedan mostrar a los niños... y yo también me escondería lo antes posible, solo que lo mío es crónico, o sea, me observen o no). A lo que iba, mi hijo, intuyo que ya sabe que tras esa puerta deja de ser él, me da la sensación de que racanea unos segundos antes de abrir como si supiera que aquí fuera es libre y que una vez dentro no hay otra posibilidad que la de ser alumno, no Bruno. Para Malaguzzi la escuela y la cultura roban al niño sus capacidades expresivas, separando la cabeza del cuerpo. Esa es la sensación que me da mi hijo al tardar unos segundo antes de abrir la puerta, meneando su cuerpecito a izquierda y derecha, hasta que por fin decide alzar la mano y agarrar el pomo para pasar al mundo del silencio.
No es que se aburra en la escuela, ni mucho menos, es feliz al lado de sus compañeros, también le encanta la información que recibe, las cosas nuevas que conoce, pero eso, solo eso. A la hora de expresar los límites están bien limitados y establecidos en la escuela. Por eso digo que ya se va dando cuenta.
En cuanto a Martín, que todavía va a la guardería, y lo que le queda, su problema es otro, similar pero otro. Y es que en casa estoy con papá y mamá y Bruno, a veces los abuelos (Abuuuu, abueooo) y no lo cambio por nada. Hago y deshago a mi antojo, me muevo con seguridad, es verdad que no tengo los columpios que hay en la guarde y que son tan chulos, pero me bastan mis juguetes, pelotas, libros... y ese calorcito que me da mi familia. Pues eso, que no quiero entrar, que el mundo es más grande que las paredes de mi guarde y que quiero verlo todo... pero al natural, en vivo y en directo... y con mis padres.

A los maestros y maestras, a los profesores y profesoras, a los que educamos: que no se nos olvide nunca que el ser humano ha nacido libre, para ser libre y para volar... no hace falta que lo surtamos de alas, cada uno viene con su propio equipamiento, basta con que no les impidamos usarlas.

miércoles, 28 de abril de 2010

A pesar de todo... la JMJ... no deja de ser una aventura

Cuando me llamó Toño, actual delegado de la pastoral juvenil de Málaga, para participar en el encuentro de juventud y contar mi experiencia en las JMJ, lo primero que le dije es que no había hecho ninguna con la diócesis, porque en la de París participé con la diócesis de Burgos, después pensé que sí había estado al menos en la visita del Papa Juan Pablo II a España en Madrid y ella encuentro con los jóvenes en cuatro vientos, además pensé que similares habían sido los encuentros de jóvenes posteriores al camino a Santiago, la peregrinación a Javier...
Tratando de recordar llamé a Tere Aragón y le dije que yo me pedía contar la parte negativa de estos macro encuentros, lo mismo le dije a Yoli Céspedes, del secretariado, y que empezaría con la expresión “a pesar de todo...” y mencionar todos los pesares.
Al final, preparando esta minicharla cambié esta expresión por “No deja de ser una aventura”.
Y me puse a hacer memoria de las distintas anécdotas o los distintos momentos que viví en estos encuentros. Y es que no deja de ser una aventura salir de Málaga con 200, 300 o 500 jóvenes más e ir en busca de lo inesperado. Vivir unos días en casa de unos desconocidos que te acogen, te alimentan, te llevan y te traen, te muestran su realidad y te tratan como a uno de su familia, es una aventura. Hacer cola, inmensa en algunas ocasiones, para poder asearse o comer o ir al servicio, es una aventura. Que no haya hueco en las parroquias para las catequesis y talleres y tengas que quedarte de pie o en el suelo, es una aventura. Empaparse o achicharrarse para celebrar la fe, es una aventura. Pasar la noche al raso, viendo o siendo uno más de los jóvenes que cantan y bailan al Señor o charlan sobre su cotidianidad mientras esperan la celebración de la Eucaristía al alba tras una larga caminata y sin más colchón que la hierba, es una aventura. Participar del don de lenguas y convertirte por unos días en políglota, es una aventura. Escaparse de los actos y conocer la ciudad en la que estás sin dejar ningún rincón y en compañía de amigos recién estrenados, es una aventura. Buscar a los que se “escaparon”, en la época en que no había móviles y llegar a encontrarlos, es una aventura. Conocer otros jóvenes que están en busca como tú, y que a veces tienen las ideas más claras y otras veces menos, es una aventura. En honor de un amigo que fue delegado de juventud de Cartagena, conocer a las Polacas y descubrir que son católicas católicas y que van a pasar la noche en el recinto de al lado, es una aventura. Ratos, horas, días de suelo, es una aventura, y lo mismo para las caminatas, no andas ni avanzas, te lleva la multitud. Conseguir meterse todo el grupo en el mismo vagón de metro y no perdernos ninguno, es una aventura, apretujada aventura. Que en las malas condiciones surja la alegría, el cante, la compañía... es una aventura. Dormir en un pabellón polideportivo con 100, 200, 300, 500... (ahora no recuerdo de donde eran cada grupo) tratar de dormir en los pabellones polideportivos, es una aventura. Mención especial, la comida, es una aventura, para mí no es problema porque como de todo, pero entre la cola, los no me gusta, los yo no como, los venga yo te doy esto que te gusta más... una aventura. El aseo, una aventura, una de las veces hasta falló la caldera... por varios días, aquello era Santidad en estado medieval, de ahí la necesidad de incienso. Crear lazos con gente que acabas de conocer pero con los que durante unos días viviréis las 24 horas juntos, es una aventura. Encontrarte con españoles de otras diócesis y que solo el hecho de encontraros sea motivo de fiesta y alegría, de unión, llegando a entonar emocionados el “Que viva, España”, es una aventura. Las catequesis, una aventura, tener suerte con las que te toquen cerca de donde dormís, que tu responsable conozca a los ponentes (generalmente Obispos) y que les simpaticen, que el tema sea atractivo, y centrado en el mundo juvenil... laico, es una aventura. Vivir al margen de tu rutina diaria, de lo que normalmente haces, de las noticias, información, televisión, ordenador... por unos días, es una aventura. Conocer artistas cristianos que no solo trasmiten los valores del evangelio sino que además te mueven, a ti y a la multitud, es una aventura. Poder pasar unos días compartiendo camino con algún Obispo (Sucesores de los apóstoles) y gozar de su cercanía y esfuerzos, iguales que los tuyos, es una aventura. Las deficiencias de la organización... es una aventura, imaginaros tres o cuatro como tú y como yo a los que les ha tocado sacar adelante un encuentro de estas características, entre 100 mil y 2 millones de jóvenes, es una aventura, y que salga, es un milagro. (No sé si el milagro es que salga o que se acabe). Ver los momentos en que otros tratan de ser mejores, de ayudar, colaborar, no perder la alegría, las buenas formas, es una aventura. Ver como no siempre es así ni es así para todos, es una aventura...
Y así seguiría, y seguiría, pero es que “hay un momento”.
Yo no sé cómo serán las próximas JMJ, no sé qué aventuras tendrá, seguro que miles, además con las nuevas tecnologías, seguro que muchas en segundos o minutos estarán colgadas en el facebook, tuenti, lo otro y el de la moto. Pero seguro que tendrán “un momento”. El momento.
Podrá pillarte solo, cansado, rodeado de gente pero tú ausente, quizá de camino o a la espera de comenzar el siguiente acto, probablemente en medio de un testimonio o en una oración, en un alto... ocurre entonces, es como si en esas condiciones, agotado, más para allá que para acá, tomas conciencia... Dios está ahí y ha permanecido en todo momento a tu lado. No sabes cómo ni de qué forma llegó ni siquiera sabes cómo explicarlo pero tienes la certeza de que ha sido Él. Te abrió los ojos, los oídos, el corazón, te dio su mano y te ha dejado sin palabras. Y piensas... pero si todo esto no era más que una aventura, pero si han fallado muchas cosas y otras tantas no me han gustado. Y no comprendes, cómo has decidido hacerte presente (Aquí y ah ora, y regalo). Si te soy sincero, incluso yo no venía a buscarte.
Son esas cosas que tiene Dios... que a pesar de todo...
Y vuelvo a la primera expresión, o al menos con la que yo recuerdo estas jornadas: a pesar de todo.

PD: Y poder compartir este trayecto, así como otros en la vida, con gente como Antonio, Tere,  Pedro, Dani, Paco, Mariví, Ángel Antonio, Yoli, Adolfo, David, Carmen, Jose Mari, Julia, Emilio, Tamara, Jerónimo, José Manuel, Antonio Jesús, ... Mi padres, mis hermanos, mi mujer y mis hijos... sí que es una aventura. Y un encuentro con Dios. Gracias.