sábado, 30 de julio de 2011

El apasionante mundo de compartir por internet


No, no voy a escribir sobre lo bonito que puede ser tener muchos amigos en internet y poder estar conectados a ellos. Voy a señalar diferentes maneras de compartir archivos grandes a través de internet.
Resulta que he intentado enviar un vídeo y he tenido que probar diferentes páginas que te permiten guardar el archivo online y compartirlo con la persona o personas que quieras. He probado Dropbox, pero obligaba a la persona que recibe el enlace a hacerse una cuenta, igual me ha ocurrido con ubuntuone, si bien no es mala opción tener una cuenta con ellos, no soy quien para obligar a hacerse usuario a nadie. Otra opción que he probado ha sido mediafire y skydrive pero aquí no me han dejado subir archivos superiores a 200Mb, cachi, el mío pesa 273Mb. Ahora mismo me encuentro subiendo el archivo a dos plataformas: Megaupload y 4shared. De la primera he rescatado una cuenta que tenía por ahí perdida y parece que va. En el segundo caso me la he hecho y permite manejar mucho más fácil e intuitivamente los archivos que subes. Problemas de estas dos páginas... que hay un horror de publicidad y que quienes quieren descargar el archivo debes tragársela y esperar. En fin, archivo subido y esperando ser descargado.
Como entenderéis, una vez que he conseguido el objetivo que perseguía no he buscado más páginas... pero que haberlas las hay.

martes, 26 de julio de 2011

Una de campamento

Ya desde la primera reunión el campamento prometía, nos decía Guti: "Es como el cielo para un Mies". Hace años que así lo creo y trato de vivir. Cada verano recibo este regalo, convertido en un lugar donde otro mundo es posible, donde no hay grandes ni chicos sino buscadores del rostro de Dios, donde el tiempo se para para estar con Él.
Este año me ha tocado representar el papel de un buscador algo despistado que no acaba de entender los mensajes que de Dios le vienen... vaya, como la vida misma. Me ha encantado sentirme acompañado en todo momento por aquellos que también buscan y desean esa felicidad (santidad, que llaman algunos) que da caminar junto Aquel que nos ama y nos ha creado, junto Aquel que intuimos que hace años nos acompaña, tantos años como los que tenemos y alguno más por el tiempo que nos imaginó. Porque de alguna forma nos dio a probar su Amor y ahora estamos irremediablemente enganchados. Y sin merecerlo queremos más, y sin saber cómo nos gustaría que llegara a otros.
Los campamentos están hechos para los responsables, que añoramos sentirnos en el regazo del Padre... y porque no nos dejan ir de acampados. Implicarnos en una tarea nos sirve de excusa para asistir y recuperar un poco de esa cercanía con Dios que los agobios del día a día se empeñan en robarnos y que nuestra falta de empuje se encarga de facilitarlo. El campamento, como los retiros o los ejercicios espirituales, nos sitúa ante Dios, ante las personas y nosotros mismos en un mismo plano y con tiempo suficiente para buscar y dejarse encontrar... como la vida misma... debería ser.
...y ahora de vuelta a casa, a la rutina, a los estudios, al trabajo... y a construir el Reino allí donde parece más difícil, allí donde parece más necesario, en el quehacer diario.

PD. Se me ha ido el texto por los cerros de Úbeda, o de Villanueva del Rosario, pero es que hace tiempo que no controlo lo que escribo. El caso es que solo quería dar Gracias a Dios y a las personas que han hecho posible disfrutar esta experiencia de encuetro: familia, responsables y acampados. Y ya ves, me volví a despistar.

martes, 14 de junio de 2011

A mis Antonios

(Esto hace mucho que lo guardo en los borradores no terminados. Hoy lo publico... un día tarde pero es que hay algunos que la forma que tenemos de llegar a tiempo es un poquito después).
Hoy me he despertado con la necesidad de dar GRACIAS a Dios por los Antonios que ha puesto en mi vida. Me ha dado por ahí, qué le voy a hacer, otro día me dará por otra cosa. El caso es que tengo en mi vida unos pocos Antonios. No son muchos, pero son inmensos. No sé los vuestros, pero los míos son únicos, irrepetibles... entrañables.
Hago memoria y creo que siempre he tenido alguno de ellos al lado durante el Camino. Dando conversación, escuchando en silencio, marchando contento, superando durezas y asperezas de la senda, paciente, confiado, parando a descansar sin perder de vista lo que queda, pronto a reanudar la marcha, sin buscar privilegios y agradecido a la vida, traiga lo que traiga... y a veces, canturreando. 
Mis Antonios tienen una forma diferente de percibir el mundo... parecen como olvidados de sí. Atentos a los demás sin que los otros se den cuenta... bueno, eso creen ellos, que muy tontos no somos y sabemos de su cercanía aún de lejos, aunque a veces pasen los días y hasta los meses, y sin embargo atentos y cercanos. Este olvidados de sí les lleva a vivir en el aparente caos... ¡Pero, por Dios, no se lo desordenes! ellos lo tienen todo organizado, todo controlado, otra cosa es que tú no lo veas. Y al final hasta les salen las cosas. Si es que van a tener hasta razón.
En algunos momentos me acuerdo de alguno de ellos, especialmente cuando la vida me da un respiro... la vida y mis tres niños... y mi mujer... (esa Santa que todo me lo aguanta)... y el caso es que en esos momentos los vivo cerca el que aliviaba mis penas de chico, o el que acortaba el camino, el que escucha sin dejar entrever sus achaques, el que me llama una y otra vez para saber qué es de mi vida, el que me lleva al hospital cuando estoy muy malito y sabe estar en silencio acompañando mi dolor sin decir nada sobre lo ridículo que queda un hombre tan grande haciéndose el valiente y el duro, el que me hace esperar un mundo mejor... y el que a veces canturrea (otra vez), y ahora hasta me canta desde el cielo.
Con ellos he compartido: ratos de vida, camino, pensamientos, convivencias, campamentos... y es como para hacer un anuncio: Pon un Antonio en tu vida... no lo entenderás, ni falta que hace, cientos de horas de autonomía en cariño.
Por más que lo pienso lo tengo claro, yo no podría haberme llamado Antonio... pero eso da igual, ya os tengo a vosotros.
P.D. Es injusto que acabe un artículo a mis Antonios con otros nombres... pero es que mientras iba escribiendo me daba cuenta que en ese camino que recorro no sé cómo mis padres no le pusieron a mi hermana Antonia... Antonia María.
Con mucho cariño, un compañero de camino.

martes, 19 de abril de 2011

Bautismo de Diego

Esta vigilia Pascual es nuevamente el día y momento elegido para el Bautismo de nuestro hijo. Evelio, el cura, nos ha pedido que preparemos algo, una presentación de Diego, unas palabritas... vaya, algo.
En el Bautismo de Bruno repartimos unos saleros con una cruz dentro y un letrero que pedía a Cristo dar sabor a su vida. En el de Martín, le pedíamos ser luz que guiara sus pasos. En el primer Bautismo aprendí (Más bien descubrí o intuí o participé un poquito) de lo que era ser padre, y tener a Dios por Padre. Sentir y vivir esa presencia continua y amorosa que te acompaña cada día. En el segundo, viví más intensamente la cercanía de los hermanos, el sentido del Reino de Dios como casa de todos, donde todos tenemos cabida y del que solo podemos formar parte juntos los unos a los otros. Y es que compartir es multiplicar.
Ahora dos años después, volvemos a vivir esta experiencia del paso de ser criatura de Dios a hijo de Dios de uno de los miembro de nuestra familia. Estuvimos dando vueltas al detallito que repartiríamos y con el que queríamos recordar este Bautismo, y nos vino a la mente la "tierra" (Porque vimos unos tiestos y pensamos que con unas semillitas dentro sería un bonito símbolo de arraigo en Cristo). Ea, ya teníamos sal, luz... y ahora tierra. Pues al final no; no pero porque las cosas evolucionan (bien por la necesidad, bien por la falta de tiempo, bien por no complicarse, bien porque no hay quien entienda a veces las cosas de Dios). El caso es que la macetita se fue convirtiendo en una macetita con cartel, después en un trozo de barro, luego barro con foto... Ná. Cosas de Dios, al final la idea fue tomando forma, un ser que viene a su casa pero que sigue en manos de Dios (Que en el fondo es lo que le pedimos, que nuestros hijos sean hombres de Dios, que vivan en sus manos, que sientan su ternura, su cercanía, su cariño, su presencia en todo momento... y nosotros también, que sepamos vivir en sus manos). Ahora viene lo grande, al hacer la foto, no nos habíamos dado cuenta que esas manos (de Dios) no dejan de ser las nuestras. Nuestra petición se convierte en un compromiso con nuestro hijo (hermano), con nuestro mundo. Ser hombres y mujeres de Dios para nosotros hoy enriquece su significado. Vivir en sus manos, en sus brazos, siendo manos y brazos de Dios para otros.

lunes, 24 de enero de 2011

La inocencia

Llevo varios día dando vueltas a lo que nos pasó el último sábado. ¿y qué pasó? Bien, que fuimos a ver a mi hijo que, junto con los compañeros de la escuela musical, daban un recital. Él tocó dos piezas pequeñas, ajustadas a sus edad y su capacidad. Nos encantó... y a su hermano más. Disfrutaba la música, tarareaba las canciones que se sabía y con sus dos añitos preguntaba que cuando le tocaba a él. Esperaba que en algún momento de la gala el presentador dijera su nombre y pudiera ir a tocar el piano igual que el resto de los niños allí presentes, igual que su hermano. Hasta aquí bien, muy bien.
Mi chico estaba algo inquieto, lo normal para su edad, pero más inquieto estaba yo que no quería que molestara a los otros niños que debían tocar el resto del repertorio. A pesar de estar en la última fila, entiendo que en absoluto silencio es practicamente imposible mantener a un niño de su edad durante una hora. En fin, en un momento dado nos chistaron desde atrás, alguien, padre, madre o familia de la niña que estaba tocando en ese momento, alguien incapaz de callarse en la siguiente actuación porque "debía" comentar lo bien que lo había hecho su hija. Inocencia. Desde ese momento decidí dejar libre y tranquilo a mi hijo, no impedirle disfrutar del resto de la velada, dejé de susurrarle, de sujetarlo, de mandarle miradas increpadoras, de forzarlo a un silencio inhumano a su edad... y mucho menos después de su lección de inocencia.
Inocente no por hacer silencio, inocente porque los niños lo son, no por falta de responsabilidad sino por su ausencia de inculpación. Los niños no andan como los mayores buscando delitos y culpables, viven su vida, mejor o peor, pero se dedican a lo suyo. Es con la edad y con nuestra educación con la que poco a poco los convertimos en adultos, en inculpadores, en infelices, pues de tanto culpar alguna vez descubren que no son diferentes de los demás y terminan acusándose asimismo, incluso antes de comprenderse. Peder incocencia es perder capacidad de aceptación, perder compromiso con uno mismo y con los demás... ¿y ya no hay solución? Alguna sí que hay, Dios se inventó la palabra perdón, pero para que funcione debe ser sincero, de corazón y carente de memoria... complejo, y es que esto se merece un artículo diferente porque la sinceridad la solemos poner en nuestra balanza, el corazón solo para aquello que nos gusta y de memoria, bien gracias.
Será mejor dar un pasito atrás evolutivamente y buscar la inocencia mientras se pueda... y que Dios perdone mi adultez.