martes, 22 de septiembre de 2009

Por muchos años

Hace tiempo escribí un artículo en el que hablaba de una pareja de ancianos que me encontré en el hospital. A mi me recordaban a mis abuelos, por la vestimenta, por su "indefensión" ante la macroinstitución clínica. En aquel momento escuché la conversación que tenían con su hija que se iba de la sala: "Cuando acabemos te doy un toque al móvil y mus vemoh en la puerta principal". Aquel toque en el móvil junto al mus vemoh en la puerta principal me encantó, hasta el punto de querer escribir sobre lo importante que es tener personas de este tipo cerca. Personas que son capaces de asumir el presente sin perder su identidad, de asumir las posibilidades que nos brinda lo nuevo sin dejar de ser ellos mismos. Personas que con su edad buscan seguir mejorando su presente porque todavía es tiempo de vida.
En aquel artículo contaba cómo se llenaba el corazón de mi hijo al ver a su abuelita vieja, y cómo ella se iluminaba al verlo en su casa. Mis padres me enseñaron a querer y respetar a mis abuelos a base de estar con ellos y vivir su cariño. Hoy mi hijos ya no tienen bisabuelas. En un año se fueron las dos. Una porque quiso dejar de vivir, la otra porque su cuerpo ya llevaba años cansado a pesar de que su dueña se empeñara en seguir.
El caso es que me causan respeto los ancianos, pero de estos me quedo con los que supieron acoger a sus vecinos, conciudadanos, amigos en tiempos difíciles, aquellos que pusieron primero a la persona y después los pensamientos. Aquellos que no se quedaron en el cuando seas padre comerás huevos sino que prefirieron que sus hijos fueran los primeros en comer para poder tener un presente y un futuro mejor. Los otros, los otros somos como guarros en la charca, manteniéndonos con migajas y pensando que nadamos en la abundancia.

Para mi mujer y para mí es fundamental que nuestros hijos disfruten de sus abuelos, de sus tíos, primos... se ha convertido en una opción, que nos quita tiempo, que les da vida... que nos da vida. Por muchos años.