lunes, 30 de marzo de 2009

Prescripciones médicas

 

Per aixó, malgrat la boira, cal caminar. 
Lluis Llach

Resulta que llevo varias semanas con una contractura en la espalda y poco a poco nos vamos dando cuenta de que es muy probable que el origen haya sido una indigestión. ¿? Sí, haber tragado más mierda de la cuenta. Y es que el cuerpo admite lo que admite. Yo peso unos 90 kilogramos, así que haceros una idea de la cantidad de mierda que puede caber en este cuerpecito... hasta que revienta. Mi doctora me ha pedido que hable, que suelte lastre, que el cuerpo es sabio y rechaza lo que nos hace sentir mal. En los últimos años he entrado en la dinámica de tratar de llevarme bien con los que me rodean llegando, si hacia falta (que lo hacía) a convertirme en un insensato sumiso, que es el tipo de persona que gusta cuando uno se dispone a gobernar. (Por cierto la palabra insensato significa falto de sensatez, de cordura, pero bien podría referirse a la falta de sentimiento, pero esto sería una mala traducción aunque acertada para mi caso). Quizás porque vengo de un barrio humilde, entiendo que nuestro deber es atender al que es más pequeño, cuidar de él. Concretamente nunca llegué a comprender el refrán aquel que dice "cuando seas padre comerás huevo", en mi casa si alguien se quedaba sin comer era mi padre y mi madre, y lo mejor y primero para "los más pequeños", donde los más pequeños podían ser un hijo, pero también una hermana pasando necesidad o un vecino que estuviera solo y desamparado o hasta un hombre que pasaba las noches durmiendo frente a nuestro balcón. El primer recuerdo que tengo de cuando bajé yo solo a la calle es de un día de Reyes en que fui a estrenar mi balón de futbol. Bajé y en menos de cinco minutos ya había varios niños mayores "jugando" conmigo a un burreíto (Sí, me habían quitado el balón y se lo pasaban entre ellos sin que yo pudiera recuperarlo). Pero no hizo falta que yo protestara o me peleara, creo que ni lloré, simplemente hizo falta que alguien se diera cuenta de que yo era pequeño para que me devolvieran el balón y me aconsejaran paternalmente que subiera a mi casa con él si no quería que me lo volvieran a quitar. He aquí el barrio "bárbaro" en que me crie. Resulta que ahora soy mayor y fui prosperando, hasta llegué a la universidad (En mi barrio habrá entre unos 5 o 10 que hayan ido a la Universidad) y ahora trabajo y me muevo con gente de "mejor" categoría. Me refiero a que prácticamente ninguno es ateo o agnóstico o pase de la Religión y creo que ninguno ha tenido necesidad de ayudas para llegar a fin de mes, a no ser que quisiera sentirse ahogado por deudas provocadas por llevar una vida superior a sus posibilidades. Aquí es donde entra mi presente, en estar rodeado de gente que lleva una vida... Sí, gente que lleva... gente que trata de aparentar, que no sabes de qué van, gente que por su tamaña inteligencia y clase nunca te vendrán de frente, gente que es capaz de mentirte a la cara y decirte seguidamente que eres un desconfiado, gente capaz de justificar todos sus actos porque están avalados por dios (Que no por Dios, al que hace tiempo sacaron de sus vidas, al menos el Dios que yo conocí y que trato de reconocer en "los más pequeños" ya que en "los grandes" me cuesta mucho descubrirlo porque son tan grandes que Dios se les queda chico), gente que quiere un mundo nuevo, que espera ese otro mundo posible... sentados cómodamente en sus sillones o cátedras o cargos, simplemente esperando, como si ese otro mundo no fuera con ellos o conmigo, como si cada mañana no tuviéramos que luchar por hacerlo posible, como si bastara con los golpes de pecho y las lagrimitas por los que sufren, como si pudiéramos pasar del que vive a nuestro lado y hasta hacerle la vida imposible, como si pudiéramos enfadarnos con todos aquellos que no veneren a sus superiores que han sido escogidos por dios, como si tuviéramos que callarnos tanta hipocresía y palmaditas en la espalada... hablando de palmaditas en la espalda y volviendo al principio, quizás este haya sido mi problema, lo más probable es que la contractura me la hayan favorecido tantos golpecitos en las espalda, tanta condescendencia a la hora de darte por culo (En algún momento me tenía que salir el barriobajero que llevo dentro) y yo, que no me sé bien estas nuevas reglas de vida, en vez de dar las gracias me siento mal y hasta me duele. Tengo aún más rabia dentro y poco a poco la he de soltar, así se lo prometí a mi doctora y aunque solo sea ante el ordenador ya es una forma de sacarla de mí. Mientras escucho a Serrat cantando a los macarras de la moral:

Sin prisa pero sin pausa,
esos carcamales
organizan sus cruzadas
contra el hombre libre
más o menos responsable
de todos los males
porque piensan por su cuenta.
Sueñan y lo dicen.

Pido perdón si en algo pude ofender a cualquiera que lea este artículo, no fue mi intención molestar (aunque ahora que lo pienso tampoco me importa si hay quien se ofende por la verdad, a tiempo estamos de elegir cada uno cómo queremos vivir y cómo queremos ser, en qué persona vamos a transformar el cuerpecito que Dios nos ha dado con el Amor de nuestro padres. Y es que a veces se nos olvida que Dios, el Dios de la vida todo, todo, todo, TODO, lo hace con el Amor de las personas... y lo demás son estupideces del ser humano).

Nota para los que como yo no saben catalán, la introducción viene a decir algo así como que a pesar de la niebla debo seguir caminando. Un gran abrazo para todos los que hacéis un mundo mejor, aunque algunos piensen que creáis mal ambiente, gracias porque sois capaces de calmar las aguas y esto molesta ya que algunos solo saben pescar en río revuelto. Seguid soñando ese mundo nuevo y seguid construyendo... en libertad.

Cuestión de necesidades

 Este año ya por fin vuelvo a mi clase Unidad de Apoyo a la Intregración, la verdad es que desde el primer contrato que firme no he estado en ella, ya se sabe... por las “necesidades del centro”. Me resulta increible, quizá no tanto en la sociedad que vivimos, pero diré que me exaspera. Las necesidades del centro. Y para cuándo las de los trabajadores, o mejor aún y las del alumnado, y las necesidades de sus padres y las necesidades de los de la izquierda o los de la derecha. Nada, nosotros empeñados en respoder a las necesidades del Centro, haciendo oídos sordos a las recomendaciones de Jesús de Nazaret sobre aquello de que los tibios serían vomitados. Claro que el centro es lo que permanece... por ello hay que estar atentos a sus necesidades...

¿Permanece?

¿Acaso no será también algo más de la vida, que tendrá un antes y un después, que pasará, y si me apuran ni siquiera habrá llegado nunca a sentir? Sí, sentir. Y es que por más que quiera no puede.

Yo alguna vez habré sentido al centro como parte de mí, de mi vida, de mi día a día. Y él tan ingrato a lo más anotará mi nombre en algún papel (a extinguir por el formato digital) recordando cuál se suponía que era mi ocupación en aquel lugar. Y es que en el fondo, por más que quiera no deja de ser un espacio y como tal hemos de tratarlo. La única necesidad que tiene un espacio es la de ser llenado por vidas que den sentido a su existencia, es decir, su función no es otra que la de resolver las necesidades de cada uno de los que por allí pasamos. Sus paredes no serán capaces de recordar aquel día en que celebramos el día de Andalucía y Álex con un cajón fue el centro de la fiesta, ni la vez en que Juan contó ante sus compañeros cómo evitó que su hermana saltara del balcón mientras con la otra mano llamaba por el móvil a la policia o la vez en que los pastores de Belén entonaron sus cantos al Niño Dios rapaeando, o cuando aquel aprobado significó dos lágrimas de superación para aquel rostro tan lindo... o tanta vida que dejamos escapar porque no fuimos capaces de observarla en el momento en que nacía y estábamos tan interesados en explicar las funciones vitales de los seres vivos que en el fondo terminamos dando más importancia a las necesidades del Centro (Programaciones, curriculum, reuniones, actas, certificados...) aún cuando nosotros creíamos que estabamos hechos de otra materia, de la materia humana capaz de darlo todo por el ser humano, por amor a sus congéneres. Y hete aquí que a este maestro dejando escapar la oportunidad de responder a las necesidades de quienes le rodean día tras día. El amor es lo que nos distingue, lo que nos hace únicos. Es la necesidad que nos urge y es a su vez la única respuesta a nuestras necesidades. Ah, pero para empezar esta revolución hay que estar muy seguros y "necesitamos" tiempo para pensarlo y claro, pensando, pensando, somos unos lumbreras (para lo bueno y lo malo, dan prueba los avances tecnológicos y no tecnológicos) pero amando, amando, nos dan unas ganas tan tremendas de poseer aquello que amamos y controlarlo que llegamos incluso a renunciar a nuestra gran necesidad, la de amar, la de hacernos más persona. En fin tan solo es cuestión de necesidades.