martes, 21 de noviembre de 2006

Dios sigue esperando en el ser humano

 

“A dónde irán nuestros hijos

si un salvador no nos llega...”

Cantalapiedra

 

            Anoche estuve en el Hospital Materno, sería la una, quizá algo más tarde, mi primo y su mujer traían un niño al mundo. Mientras la madre salía del quirófano estuvimos hablando de cómo lo habían visto, su piel, que si las manitas, que si de quién eran las orejillas... de cómo sería la vida ahora. Del apasionante reto de compartirla, desde ese mismo momento, con alguien que siendo tan pequeño es capaz de hacernos mejores personas a todos los que estábamos allí, solo porque “es” y está aquí con nosotros.

            Desde hace mucho creo firmemente que cada niño que nace es una nueva oportunidad que Dios está dando al mundo. Dios sigue esperando ese ser humano que se fíe de Él, que quiera seguir sus pasos, que quiera aceptar el mismo Espíritu que recibió Jesús en el Bautismo y que fue enviado a los discípulos en Pentecostés... Una nueva vida es lo que Dios nos regala en forma de bebé y en forma de posibilidad... El momento que nos ha tocado vivir es justo el momento en que Dios nos ha llamado al mundo y justo para, como Adolfo, el hijo de mi primo, “dar vida”. ¿O es que hay quién todavía piensa que no es amor transformar la realidad que nos rodea sacando los mejores tesoros que habitan en el corazón de las personas?


            Y ahora quién será el primero en “abajarse” a imagen de Dios, aún a costa de llorar, no entender, cagarte encima sin poder limpiarte, pasar frío o hambre y no saber hacerte entender... y todo ello para que los demás tengan vida, y vida en abundancia.

            Me encantaría hacer una oración con todo esto, pero solo se me ocurre esperar, esperar en Dios como Él espera en nosotros.

Y me pregunto que si Dios sigue esperando en el hombre (en el niño) debe ser porque otro mundo es posible...

 

“...Se está acabando la noche,

 un nuevo día comienza

y las estrellas ya nos dicen

que el Salvador ya está cerca.

Maranatha, ven Señor Jesús.”

 


domingo, 30 de julio de 2006

Las llaves del corazón.

¿Dónde están las llaves, Matarile?

...Y la voz del Dios de la vida me fue dada cuando menos la esperaba y me dijo:


Tienes derecho a enfadarte conmigo, fui yo, y solo yo, quien decidió regalarte un corazón con cerradura. Sé que te duele, que no comprendes... piensa que a mí me duele contigo, vivo en ti, y me duele diez veces más que a ti... también soy tu Papá... y tu Mamá.
Cuando te creé, decidí que nadie pudiera entrar en ti a menos que tú quisieras. Así, pasaste tus años como niño entregando las llaves de tu corazón a todos los que te rodeaban. No te importaba ser vulnerable porque eras transparente como el agua, capaz de refrescar y reflejar a quien se mira en ella. Sin embargo, poco a poco, los mayores te fueron dañando, porque un corazón abierto puede ser herido por cualquiera, y el tuyo tenía las puertas abiertas de par en par. El dolor te hizo confiar cada vez menos en las personas, ibas escondiendo las llaves de tu corazón para que nadie pudiera entrar en él y pudiera hacerte daño. Y de esta manera, con los años, fuiste olvidando el lugar en el que escondiste las llaves para que nadie pudiera descubrirlas ni siquiera tú mismo. Ya nada podía hacerte daño, te habías vuelto insensible... ya no confiabas en nadie, eras hermético... Y sin saberlo, al enterrar tus llaves, estabas enterrando tu posibilidad de encontrar el amor. Sí, el amor. Yo te di un corazón y sus llaves para que descubrieras la “libertad para amar”, que es la única posibilidad del Amor. Duele, lo sé. No lo comprendes, lo sé... Sin embargo, es el modelo que utilice para hacerte a ti. Tu eres Amor, y has nacido para “elegir” ser Amor. Yo no te llamé a que escondieras las llaves de tu corazón por miedo a que alguien te las robara. Tampoco a que te dedicaras a robar las llaves de otros corazones como venganza o para tener algo con lo que traficar por si perdías las tuyas. No, así no te he enseñado. Eso no pudiste aprenderlo del Dios de la vida. Ese modo de actuar responde al dios del Miedo. Y me pregunto en qué momento empezaste a desconfiar también de mí. Aún así, yo te sigo esperando, y sigo confiando que los regalos que te hice al crearte te lleven a ser lo que espero de ti: AMOR.

... y ya no pude seguir oyendo la voz di Dios, el tiempo se detuvo y este juglar que os escribe, se recostó confiado en el regazo de papá y mamá Dios, soñando con la vida a la que Él nos llama.
franfranete, juglar de la vida.

“¿Quién tiene las llaves
de tu corazón?”

martes, 17 de enero de 2006

Las llaves del corazón

¿Dónde están las llaves, Matarile?

...Y la voz del Dios de la vida me fue dada cuando menos la esperaba y me dijo:

Tienes derecho a enfadarte conmigo, fui yo, y solo yo, quien decidió regalarte un corazón con cerradura. Sé que te duele, que no comprendes... piensa que a mí me duele contigo, vivo en ti, y me duele diez veces más que a ti... también soy  tu Papá... y tu Mamá.

Cuando te creé, decidí que nadie pudiera entrar en ti a menos que tú quisieras. Así, pasaste tus años como niño entregando las llaves de tu corazón a todos los que te rodeaban. No te importaba ser vulnerable porque eras transparente como el agua, capaz de refrescar y reflejar a quien se mira en ella. Sin embargo, poco a poco, los mayores te fueron dañando, porque un corazón abierto puede ser herido por cualquiera, y el tuyo tenía las puertas abiertas de par en par. El dolor te hizo confiar cada vez menos en las personas, ibas escondiendo las llaves de tu corazón para que nadie pudiera entrar en él y pudiera hacerte daño. Y de esta manera, con los años, fuiste olvidando el lugar en el que escondiste las llaves para que nadie pudiera descubrirlas ni siquiera tú mismo. Ya nada podía hacerte daño, te habías vuelto insensible... ya no confiabas en nadie, eras hermético... Y sin saberlo, al enterrar tus llaves, estabas enterrando tu posibilidad de encontrar el amor. Sí, el amor. Yo te di un corazón y sus llaves para que descubrieras la “libertad para amar”, que es la única posibilidad del Amor. Duele, lo sé. No lo comprendes, lo sé... Sin embargo, es el modelo que utilicé para hacerte a ti. Tú eres Amor, y has nacido para “elegir” ser Amor. Yo no te llamé a que escondieras las llaves de tu corazón por miedo a que alguien te las robara. Tampoco a que te dedicaras a robar las llaves de otros corazones como venganza o para tener algo con lo que traficar por si perdías las tuyas. No, así no te he enseñado. Eso no pudiste aprenderlo del Dios de la vida. Ese modo de actuar responde al dios del Miedo. Y me pregunto en qué momento empezaste a desconfiar también de mí. Aún así, yo te sigo esperando, y sigo confiando que los regalos que te hice al crearte te lleven a ser lo que espero de ti: AMOR.

... y ya no pude seguir oyendo la voz di Dios, el tiempo se detuvo y este juglar que os escribe, se recostó confiado en el regazo de papá y mamá Dios, soñando con la vida a la que Él nos llama.

“¿Quién tiene las llaves de tu corazón?”
EL BARRIO.