martes, 19 de abril de 2011

Bautismo de Diego

Esta vigilia Pascual es nuevamente el día y momento elegido para el Bautismo de nuestro hijo. Evelio, el cura, nos ha pedido que preparemos algo, una presentación de Diego, unas palabritas... vaya, algo.
En el Bautismo de Bruno repartimos unos saleros con una cruz dentro y un letrero que pedía a Cristo dar sabor a su vida. En el de Martín, le pedíamos ser luz que guiara sus pasos. En el primer Bautismo aprendí (Más bien descubrí o intuí o participé un poquito) de lo que era ser padre, y tener a Dios por Padre. Sentir y vivir esa presencia continua y amorosa que te acompaña cada día. En el segundo, viví más intensamente la cercanía de los hermanos, el sentido del Reino de Dios como casa de todos, donde todos tenemos cabida y del que solo podemos formar parte juntos los unos a los otros. Y es que compartir es multiplicar.
Ahora dos años después, volvemos a vivir esta experiencia del paso de ser criatura de Dios a hijo de Dios de uno de los miembro de nuestra familia. Estuvimos dando vueltas al detallito que repartiríamos y con el que queríamos recordar este Bautismo, y nos vino a la mente la "tierra" (Porque vimos unos tiestos y pensamos que con unas semillitas dentro sería un bonito símbolo de arraigo en Cristo). Ea, ya teníamos sal, luz... y ahora tierra. Pues al final no; no pero porque las cosas evolucionan (bien por la necesidad, bien por la falta de tiempo, bien por no complicarse, bien porque no hay quien entienda a veces las cosas de Dios). El caso es que la macetita se fue convirtiendo en una macetita con cartel, después en un trozo de barro, luego barro con foto... Ná. Cosas de Dios, al final la idea fue tomando forma, un ser que viene a su casa pero que sigue en manos de Dios (Que en el fondo es lo que le pedimos, que nuestros hijos sean hombres de Dios, que vivan en sus manos, que sientan su ternura, su cercanía, su cariño, su presencia en todo momento... y nosotros también, que sepamos vivir en sus manos). Ahora viene lo grande, al hacer la foto, no nos habíamos dado cuenta que esas manos (de Dios) no dejan de ser las nuestras. Nuestra petición se convierte en un compromiso con nuestro hijo (hermano), con nuestro mundo. Ser hombres y mujeres de Dios para nosotros hoy enriquece su significado. Vivir en sus manos, en sus brazos, siendo manos y brazos de Dios para otros.