martes, 17 de enero de 2006

Las llaves del corazón

¿Dónde están las llaves, Matarile?

...Y la voz del Dios de la vida me fue dada cuando menos la esperaba y me dijo:

Tienes derecho a enfadarte conmigo, fui yo, y solo yo, quien decidió regalarte un corazón con cerradura. Sé que te duele, que no comprendes... piensa que a mí me duele contigo, vivo en ti, y me duele diez veces más que a ti... también soy  tu Papá... y tu Mamá.

Cuando te creé, decidí que nadie pudiera entrar en ti a menos que tú quisieras. Así, pasaste tus años como niño entregando las llaves de tu corazón a todos los que te rodeaban. No te importaba ser vulnerable porque eras transparente como el agua, capaz de refrescar y reflejar a quien se mira en ella. Sin embargo, poco a poco, los mayores te fueron dañando, porque un corazón abierto puede ser herido por cualquiera, y el tuyo tenía las puertas abiertas de par en par. El dolor te hizo confiar cada vez menos en las personas, ibas escondiendo las llaves de tu corazón para que nadie pudiera entrar en él y pudiera hacerte daño. Y de esta manera, con los años, fuiste olvidando el lugar en el que escondiste las llaves para que nadie pudiera descubrirlas ni siquiera tú mismo. Ya nada podía hacerte daño, te habías vuelto insensible... ya no confiabas en nadie, eras hermético... Y sin saberlo, al enterrar tus llaves, estabas enterrando tu posibilidad de encontrar el amor. Sí, el amor. Yo te di un corazón y sus llaves para que descubrieras la “libertad para amar”, que es la única posibilidad del Amor. Duele, lo sé. No lo comprendes, lo sé... Sin embargo, es el modelo que utilicé para hacerte a ti. Tú eres Amor, y has nacido para “elegir” ser Amor. Yo no te llamé a que escondieras las llaves de tu corazón por miedo a que alguien te las robara. Tampoco a que te dedicaras a robar las llaves de otros corazones como venganza o para tener algo con lo que traficar por si perdías las tuyas. No, así no te he enseñado. Eso no pudiste aprenderlo del Dios de la vida. Ese modo de actuar responde al dios del Miedo. Y me pregunto en qué momento empezaste a desconfiar también de mí. Aún así, yo te sigo esperando, y sigo confiando que los regalos que te hice al crearte te lleven a ser lo que espero de ti: AMOR.

... y ya no pude seguir oyendo la voz di Dios, el tiempo se detuvo y este juglar que os escribe, se recostó confiado en el regazo de papá y mamá Dios, soñando con la vida a la que Él nos llama.

“¿Quién tiene las llaves de tu corazón?”
EL BARRIO.