Este año ya por fin vuelvo a mi clase Unidad de Apoyo a la Intregración, la verdad es que desde el primer contrato que firme no he estado en ella, ya se sabe... por las “necesidades del centro”. Me resulta increible, quizá no tanto en la sociedad que vivimos, pero diré que me exaspera. Las necesidades del centro. Y para cuándo las de los trabajadores, o mejor aún y las del alumnado, y las necesidades de sus padres y las necesidades de los de la izquierda o los de la derecha. Nada, nosotros empeñados en respoder a las necesidades del Centro, haciendo oídos sordos a las recomendaciones de Jesús de Nazaret sobre aquello de que los tibios serían vomitados. Claro que el centro es lo que permanece... por ello hay que estar atentos a sus necesidades...
¿Permanece?
¿Acaso no será también algo más de la
vida, que tendrá un antes y un después, que pasará, y si me apuran ni siquiera
habrá llegado nunca a sentir? Sí, sentir. Y es que por más que quiera no puede.
Yo alguna vez
habré sentido al centro como parte de mí, de mi vida, de mi día a día. Y él tan
ingrato a lo más anotará mi nombre en algún papel (a extinguir por el formato
digital) recordando cuál se suponía que era mi ocupación en aquel lugar. Y es
que en el fondo, por más que quiera no deja de ser un espacio y como tal hemos
de tratarlo. La única necesidad que
tiene un espacio es la de ser llenado por vidas que den sentido a su
existencia, es decir, su función no es otra que la de resolver las necesidades de cada uno de los que por allí pasamos. Sus paredes no serán
capaces de recordar aquel día en que celebramos el día de Andalucía y Álex con
un cajón fue el centro de la fiesta, ni la vez en que Juan contó ante sus
compañeros cómo evitó que su hermana saltara del balcón mientras con la otra
mano llamaba por el móvil a la policia o la vez en que los pastores de Belén
entonaron sus cantos al Niño Dios rapaeando, o cuando aquel aprobado significó
dos lágrimas de superación para aquel rostro tan lindo... o tanta vida que
dejamos escapar porque no fuimos capaces de observarla en el momento en que
nacía y estábamos tan interesados en explicar las funciones vitales de los
seres vivos que en el fondo terminamos dando más importancia a las necesidades del Centro (Programaciones, curriculum, reuniones, actas,
certificados...) aún cuando nosotros creíamos que estabamos hechos de otra
materia, de la materia humana capaz de darlo todo por el ser humano, por amor a sus congéneres. Y hete aquí que a este maestro dejando escapar
la oportunidad de responder a las necesidades de quienes le rodean día tras día. El amor es lo que nos distingue,
lo que nos hace únicos. Es la necesidad que
nos urge y es a su vez la única respuesta a nuestras necesidades. Ah, pero para empezar esta revolución hay que estar muy seguros
y "necesitamos" tiempo para
pensarlo y claro, pensando, pensando, somos unos lumbreras (para lo bueno y lo
malo, dan prueba los avances tecnológicos y no tecnológicos) pero amando,
amando, nos dan unas ganas tan tremendas de poseer aquello que amamos y
controlarlo que llegamos incluso a renunciar a nuestra gran necesidad, la de amar, la de hacernos más persona. En
fin tan solo es cuestión de necesidades.
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