A una nueva vida...
Sólo el amor alumbra lo que perdura...
Silvio Rodríguez.
Llevo varios días pensando en la vida y
en el amor. En la vida que nace, imparable. Y al amor que la hace posible,
hasta lo "indecible". Hace poco una alumna se acercó y me dijo soy madre. Quería
que lo supieras. Sin más. Me encantó su confianza, sigue siendo alumna, pero me
encantó mucho más su rostro iluminado, feliz, sabiendo que la "vida"
se le truncaba de alguna forma pero a la vez, más que nunca se sentía viva,
orgullosa de su maternidad. Me encantó. Hoy da a luz una prima mía en las
mismas circunstancias, o no. Las circunstancias nunca son las mismas. Los
hogares de los que provienen estas dos "niñas", me refiero a las
madres, son totalmente distintos. La educación que han recibido los padres es
distinta en cada caso, una de las familias está totalmente desestructurada, la
otra tiene un trato exquisito y entrañable. En una han atendido todas las necesidades
de su hija, en la otra había demasiadas necesidades previas como para responder
a las de los más pequeños. En todo momento cada familia se ha esforzado y
luchado para que su familia fuera feliz, unos desde el orden y otros desde el
desorden. Y entonces... ¿y entonces qué? Pues nada, que la vida sigue, como
decía, imparable. Mejor o peor vivida se va abriendo camino entre las personas
que un día vivieron y asoma una nueva oportunidad para el ser humano. Una nueva
oportunidad para encontrarnos con el Dios de la Vida. Ese que nos muestre lo
importante que somos cada uno de nosotros en su proyecto, Ese que nos revela
que somos imprescindibles a pesar de nuestra pequeñez, Ese que nos alerta de
que por más que nos empeñemos en rebajar la dignidad humana al mero día a día
material (Son muchos creyentes y no creyentes que gastan su vida en demostrar
esta tesis de la indignidad humana y la necesidad de abusar de ella) somos
únicos, irrepetibles e impresionantes... porque Él así lo ha querido. No hay
más. El resto es la obstinación humana por ensalzar la mediocridad, la
comodidad, el valor del miedo... y es que de esta manera hay algunos que pueden
aprovecharse. Estas dos niñas (mis madres) con o sin educación, jóvenes en
exceso, solas o acompañadas, ya han descubierto el milagro de la vida como
regalo humilde, inmerecido e inabarcable que hace redescubrir al ser humano y
te deja a las puertas de encontrarte con el Dios de la vida. Un camino
recorrido y emprendido como un juego que te deja ante las puertas de la verdad,
más cerca de Dios Padre-Madre que ningún otro ser. Esa puerta no está
abierta... ni tenemos la llave. Tras haber llegado, la puerta se queda ahí y la
madre vuelve a su nueva vida, a luchar por la mejor vida que pueda dar a su
criatura. Sabiendo o sin saber. Pero ya nada será igual, por un tiempo estuvo
ante el misterio y su vida ha tenido un sentido, el de dar vida... y poder
seguir dándola, esta vez de las formas más diversas.
El fin de semana pasado estuve en la
boda de una prima de mi mujer, cuyas circunstancias eran las mismas que las de "mis niñas" (parecidas, es como si Dios se hubiese enloquecido con el ser humano
y le encanta que cada vez seamos más), el caso es que en la primera lectura San
Pablo decía (nos exhortaba a) que estuviéramos "alegres en la
Esperanza". No decía que nuestra alegría era lo que teníamos ni lo que nos
rodea ni las personas con las que vivimos, no, nos debíamos afianzar en la
Esperanza. Luchar por aquello que esperamos, amar el tiempo que vivimos porque
posibilita el que ha de venir. Estad alegres porque vuestra vida tiene sentido
y mientras haya injusticia, desprecios, hambre, necesidades... nuestra vida
tiene sentido. Estamos llamados a dar Vida, la que Dios quiere, y a ser
Esperanza, como Dios nos quiere, de una forma esperanzadora. Porque sigue
creyendo en el mundo... tiene esperanza... porque sigue esperando en el mundo, se alegra con la Vida. La nueva vida, con las vidas nuevas.